17 may 2010

LA PENSIÓN MAÑA

Alberto Fujimori, jefe comprobado de una organización criminal y ladrón de fondos del Estado, goza de lo que puede llamarse la pensión maña: casa, comida y campaña.

Es un privilegio del que no ha gozado ningún preso en la historia del Perú. La única explicación posible para ese estatus es el pacto cada vez más notorio entre el Apra y el fujimorismo.

LA PRIMERA puede jactarse de haber sido el primer órgano de prensa que denunció, en junio de 2008, el hecho de que el ex dictador recibía visitas durante todo el día y hasta en altas (más bien bajas) horas de la noche. Esto nos valió uno de los juicios con que nos acosa la red judicial manejada desde Palacio.

Con copia del libro de registro del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) a la vista revelamos que a veces le llevaban hasta dos cenas (pretexto para visitadores nocturnos).

Como ha recordado Caretas en su última edición, la Corte Suprema decidió, para establecer privilegios a Fujimori, que éste no había cometido el delito de asociación ilícita para delinquir (¡!).

La defensora del Pueblo, Beatriz Merino, se opuso a la flexibilización penitenciaria en favor de Fujimori, ya que se había incurrido en mala interpretación de una norma. Pero para eso estaba Rosario Fernández, ministra aprista de Justicia, quien declaró que el beneficio se iba a otorgar de todas maneras.

Víctor García Toma, actual ministro de Justicia y, por supuesto, también aprista, abrumado por el escándalo, ha dispuesto medidas correctivas.

¿Qué es lo que une a Fujimori y Alan García?

Ante todo, el proimperialismo, la sujeción a los mandatos de Washington; el neoliberalismo, que incluye la privatización coimera y la anulación de derechos laborales; la mayordomía frente a las grandes mineras y petroleras; el chilenismo vendepatria. Además, el miedo de que en cualquier momento el pasado masacrador que comparten los lleve a la cárcel.

Tolstoi escribió que “en épocas de oprobio, el único lugar digno de un hombre libre es la cárcel”. En el Perú habría que enmendarle la plana al genio de Guerra y paz: En una época de oprobio, la cárcel puede ser el lugar en que el crimen pacta con el crimen.

Ósip Mandeshtam, poeta disidente de la era soviética, escribió, por su parte: “La comisaría es el lugar donde tengo mi cita con el Estado.” La prisión es el lugar donde Fujimori tiene su cita con el gobierno.

Una vez más, la política del régimen choca violentamente con la ética. La complicidad con Fujimori es una lección de inmoralidad que repercute, dañándolos, en la mente y el corazón de los peruanos, en particular los jóvenes.

No se trata de que se someta al preso a un régimen cruel como padeció en el pasado el ex dictador Leguía en 1930; pero tampoco que se le premie, como si no hubiera pisoteado la Constitución, robado y asesinado.
Escribe: Cesar Levano/Diario La Primera