8 ene 2009

GENOCIDIO TELEVISADO

Llamemos a las cosas por su nombre. No me cabe en la cabeza que al drama de la Franja de Gaza se le denomine guerra. Lo que allí está sucediendo es lisa y llanamente un genocidio y como tal, plagado de asesinatos. Y lo más grave es que se trata de un genocidio radiado, televisado y leído día a día. Sólo hay asesinatos y víctimas abatidas por el fuego de un gobierno inhumano y terriblemente cruel y despiadado.

En una guerra suele haber una proporción más o menos ajustada; en un conflicto bélico se respeta la Convención de Ginebra, no se disparan cohetes a ambulancias llenas de niños heridos; no se lanzan misiles contra escuelas; tampoco se abaten salas de velatorio ni se destruyen instalaciones de la ONU; no se impide que haya medicinas ni se inutiliza la única central eléctrica existente. En un enfrentamiento armado, no se desabastece de agua y comida a la población ni se matan familias enteras buscando un combatiente entre sus miembros. Esto es un crimen colectivo amparado por intereses económicos y geoestratégicos.

No exculpo a Hamas. Creo que, como pocos, son unos insensatos, anclados en guerras internas de poder, que se escudan -dicho en el sentido más real de la palabra- en su pueblo y que merecen también ser reprobados por ello. Pero sí creo que la desproporcionalidad es absoluta. Aplicando la fría matemática, desde 2001 al verano de 2008, han muerto 3,800 palestinos (850 niños) por 23 israelitas y en estas dos semanas de matanza, han abatido a 700 palestinos por 8 judíos.

Ayer, día de Bajada de Reyes, fuimos muchos los que nos acordamos de esos nenes palestinos rematados en ambulancias, heridos entre los escombros y con escasez de agua, luz y comida. Anoche, mientras en España nuestros hijos se tiraban al suelo recogiendo caramelos y peluches, otros hijos de padres con la tez más morena se tiraban al suelo para no morir. Ayer, mientras que los niños españoles reían al paso de los camellos, otros enjugaban sus lágrimas asustados al paso de los tanques.

Hay que parar esto como sea. Hace falta una reacción contundente de los países civilizados, aunque eso signifique “ir demasiado lejos”. Y mientras tanto que otros se limiten a pedir a Israel sólo “prudencia”.

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