5 oct 2008

LA SOMBRA DE LA SOTANA

El Vaticano es el consorcio económico más grande del mundo, invierte en los bancos romanos más influyentes, participa en poderosas empresas de Europa y América. El afán de lucro y ansia de poder en la estructura de dominio no tiene límite; el clero busca la rentabilidad del dinero más allá de las cuestiones morales.

Las fortunas y los bienes raíces provienen de las herencias fraudulentas. La iglesia ha llegado a la inmensa riqueza subyugando y obligando a los fieles a la eterna servidumbre.

La casta dominante del clero vive en medio del poder, la codicia y la ambición, los seguidores de Cristo no saben lo que ocurre tras las bambalinas y fachada de decoro.

El Vaticano para consolidar su riqueza apoyó a las dictaduras más sanguinarias; al fascismo italiano de Mussolini, al nazismo de Hitler en Alemania, al fascismo de Franco en España, con quienes firmó los concordatos.

Cuando las tropas de Mussolini invadieron Etiopia para exterminar a los que se resistían a la evangelización católica fascista, la iglesia celebró la carnecería, al extremo de tocar las campanas de todas las Iglesias de Italia.

Los cónclaves también están llenos de historias y anécdotas, cuando los cardenales se reunieron en la ciudad italiana de Viterbo por tres largos años sin llegar a un acuerdo, los fieles y autoridades cansados de esperar les encerraron bajo llave y luego dejaron de suministrar comida, abatido por el hambre y el frío eligieron a Gregorio X en 1271.

El último cónclave donde se eligió al sucesor del fallecido Juan Pablo II, se convirtió en una feroz competencia política por el control del Vaticano, centro de poder del sistema de dominación mundial liderado por EE.UU.

La iglesia católica mira el pasado con orgullo, su influencia doctrinaria, política y cultural que ha proyectado sobre la civilización occidental, habiendo ejercido por muchos siglos el destino de naciones y gobernantes.

En el imperio global, el Vaticano mueve sus fichas y redes, se proyecta por todo el planeta bajo el manto de la comunicación mediática.

En el Perú, el clero cumple su rol, el cardenal Juan Landázuri en la década del 80 avaló y santificó las violaciones de los DD.HH, y, en el fujimorato Vargas Alzadora hizo lo mismo; hoy, el cardenal Juan L. Cipriani ha fortalecido esta alianza; aplaude a pie puntillas los actos de gobierno.

Cuando Cipriani fue obispo de Ayacucho estuvo al servicio de la dictadura, el mismísimo monseñor Luís Bambaren le recordó al entonces obispo por callar ante los crímenes cometidos en el cuartel Los Cabitos.

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