
La plaza de Acho nuevamente es escenario de carnicería a sueldo, barbarie humana perpetrada por la jauría de asesinos de la tauromaquia.
La fiesta de la muerte fue desgarrador, indefensos animales son asesinados con total impunidad y extrema crueldad.
Y ¿quién frena

este acto salvaje; el cardenal Cipriani? ¡No! Al

cardenal le importa un “comino” la vida, su misión es defender al imperio Vaticano, a las multinacionales, a la burguesía nacional y al gobierno aprista en caída libre; mueve sus fichas en esa dirección.
En este caso, el cardenal ha guardado silencio sepulcral. La iglesia admite la práctica de la tauromaquia con todas sus implicancias.
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