27 nov 2008

PERIODISMO INVESTIGABLE


Gracias al blog “Útero TV” acabo de ver parte del panel que el Instituto Prensa y Sociedad, ese amable bostezo burocrático, convocó para ver el asunto de los petroaudios. Y la verdad es que la intervención más inteligente salió de la cabeza, siempre ordenada, de Mirko Lauer.

Digamos que el columnista de “La República” puso las cosas en su sitio, dejó maltrechos a los que ya cantaban victoria (mismos Émile Zola), y dibujó a Álvarez Rodrich como alumno poco aprovechado de no se sabe qué profesores, y heredó en el micrófono a un Gustavo Gorriti más confuso que nunca y como nunca devorado por esas digresiones que lo sacan de curso y lo traspapelan en el laberinto gutural del fauno.

Cada vez queda más claro, entonces, lo que al principio pudo parecer una insinuación envidiosa de los que no compartieron la “primicia”: que lo de los petroaudios es al periodismo de investigación lo que un gusano es a un caballo, que el periodismo de investigación está en crisis (miren a qué charca ha llegado la señora Valenzuela), que entre el espionaje industrial y la Dircote se hace el 98 por ciento de “la investigación periodística” y que lo que la prensa arma con denuedo y rabia, con histeria y ganas de vender, viene un juez y lo desarma porque es un caso deleznable y viene un fiscal y no sabe de qué acusar porque más ha sido la bullanga que la seriedad.

Lástima que Mirko no haya hablado del señor investigador en jefe de “La República”, que no ha escrito una sola línea en relación a la absolución definitiva, decretada por la corte suprema tras quince años de peleas, del general Augusto Bellido Mora, enlodado hasta el cuello por el investigador en jefe y su combo, acusado de narcotraficante y encubridor de narcotraficantes por el investigador en jefe y la DEA y Montesinos, todos juntos y revueltos en alguna salita oval.

Porque así también ha sido, demasiadas veces, “el periodismo de investigación” de “La República”: una conversa en las oficinas de la DEA, un seguimiento de otros asumido como propio, una fama construida con sudores puercos y extranjerías que pagan por lo bajo.

Lo de los petroaudios ha sacado a la luz la crisis del aquí llamado, cómicamente, “periodismo de investigación”. Y ha puesto al descubierto un hecho que mucha gente sólo imaginaba: que los periódicos y la tele no es que construyan “investigaciones” de su cosecha sino que son la mesa de partes y, a veces, el desagüe de expedientes X dejados por empresas rivales, políticos que quieren deshacerse de un competidor, amantes despechadas, corruptos que quieren distraer con corruptelas menores a ver si pasan inadvertidas las propias, militares postergados en sus ascensos y, en extrañas ocasiones, gente decente que quiere destapar alguna inmundicia.

De modo que si los “periodistas de investigación” fueran honestos no firmarían sus encargos sino que se declararían lo que son: mensajeros, lanzaderas y, en algunas ocasiones, sórdidas meseras de un casino policial.

Cómo será de cómico el periodismo de investigación en el Perú que Fernando Ampuero ha sido durante años –hasta que tuvieron que echarlo a patadas- “jefe de la Unidad de Investigación” del diario “El Comercio”. Quienes conocen a Ampuero saben que lo único que podría investigar con diligencia y éxito sería el precio de una corbata de seda en “Harrods”. Pero es que si el director del histórico diario era Alejo Miró Quesada Cisneros, autor de ese editorial fronterizo que salía cada mañana en primera plana, ¿por qué no darle la “Unidad de Investigación” a un inimputable?

Y así ha estado el gremio de los otorongos del “cuarto joder”: cubriéndose las espaldas unos a otros, como equipo de rugby, como patota y, a ratos, como banda armada y extorsiva.

Y hablando del gremio, sería interesante saber por qué Francisco Miró Quesada Rada ha dicho en público que el lanzamiento de Álvarez Rodrich no se debió a los petroaudios sino que hubo otra causa. Y sería de lo más interesante saber por qué Álvarez Rodrich no ha querido ser entrevistado sobre su glorioso despido (¿será, como se afirma, que está esperando ser indemnizado para luego, de inmediato, enfilar sus cañones?). Y sería más que interesante –sería delicioso- confirmar que el odio de Álvarez Rodrich hacia Jorge del Castillo se debe a que alguien le dijo que fue el ex premier aprista el que construyó el expediente que circuló hace algunos meses en torno a su muy público pasado de funcionario fujimorista y contratista del Estado.

Propongo que el “periodismo de investigación” en curso investigue de verdad quién ha redactado y en qué se inspira el proyecto de ley que García y Simon han presentado al Congreso para su aprobación. Sí, me refiero al infame proyecto que, de aprobarse, facultaría a la Dircote y anexos (incluyendo en estos anexos a la Fiscalía, dada la situación que atravesamos), a cerrar empresas, asociaciones, comités, fundaciones y oenegés si es que “atentan” en contra de “la soberanía nacional”, “la seguridad del Estado”, “el orden público”, “el principio internacional de no intromisión en asuntos internos” y hasta “las buenas costumbres”.

El proyecto, presentado como urgente, es el más peligroso, fascista, imbécil y represivo de los intentos que ha habido para borrar del mapa político a la izquierda y para embestir a la prensa de verdad independiente. Y no se necesita ser de izquierda para experimentar el grado de indignación que su lectura me ha producido. El proyecto hiede al peor García, al mejor Montesinos, al más insigne “héroe” de El Frontón. Hiede a Mantilla y a Langberg y a Búfalo Pacheco.

Me imagino que Velásquez Quesquén tendrá la decencia y el instinto de posteridad de tirarlo al basurero de los servicios higiénicos.
Escrito por César Hildebrandt/LA PRIMERA

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