
En días anteriores, el periodista había señalado que reuniones de ministros con el lobbista Fortunato Canaán en el Country Club no eran apropiadas para la función pública, pero sí podrían servir para cobrar coimas.
El día mismo de su partida, escribió que el congresista aprista Edgar Núñez “le debe una buena explicación al país para que no se piense que él es un topo que estaba cavando un túnel para aminorar las penas de Vladimiro Montesinos, Nicolás Hermoza, Roberto Huamán Azcurra y Jesús Zamudio”.
Esos son los antecedentes. Ahora se ven las consecuencias. Se sabe que en Perú 21 se ha instalado una non sancta Inquisición, compuesta por Martha Meier Miró Quesada, ex candidata fujimorista, y Silvia Miró Quesada, editora de Servicios Periodísticos.
Ya antes, M

Augusto Álvarez Rodrich era un neoliberal no fundamentalista, que creía en el pluralismo y la libre discrepancia. No comulgaba, con la sumisión y el insulto.
La penosa salida del periodista me trae a la memoria un debate llevado a cabo en Teleconferencia organizada por la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Instituto Prensa y Sociedad, el 28 de agosto de 2007. Hubo un panel de periodistas distinguidos de América Latina, entre los cuales estaba Álvarez Rodrich, que dialogaron con hombres de prensa de varios países. Entre éstos estuve.
Las intervenciones grabadas han sido publicadas en el libro Desafíos para la industria periodística en la región an

Sostuve asimismo: “veo cambios profundos que sacuden también a toda América Latina. Por un lado, la creciente ostentación (así dice la transcripción; la palabra fue: concentración) de la propiedad, pero lo más notable, creo, es la homogeneización de la opinión pública bajo los dictados del nuevo liberalismo”.
Álvarez Rodrich replicó con frases optimistas: “Hoy en día siento que hay mucho mayor respeto de los grupos propietarios de medios por la autonomía periodística, y que eso lo consideran un valor importante”.
Esas son ahora ilusiones perdidas. La lucha continúa.
Escrito por César Lévano/LA PRIMERA
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