
Un vecino de Abajo el Puente expresa: “Los pandilleros han tomado el Rímac convirtiéndolo en un campo de batalla. Estos desmanes ocurren desde las diez de la noche entre la avenida La Capilla (cuadras cinco y seis) y el jirón Machu Picchu. Llamamos al 105 de la Policía y siempre está ocupado”.
Hay allí un problema de comunicación. Sin ésta, toda reorganización está condenada al fracaso.
La misma sordera telefónica se da en el nivel de los municipios. Un vecino informa: “todos los días hay asaltos en la avenida El Sol, esquina con el Pasaje Venus, en Ciudad y Campo, Rímac. Los delincuen

Ni el centro de la ciudad se salva. Viví en días en que en esa zona se podía transitar sin temores. He llegado a la conclusión de que ahora la llaman Lima Cuadrada porque allí cuadran a cualquiera.
El problema no es sólo de seguridad. Es el del caos social creado por la desatención del Estado frente a la educación, la salud, el deporte, los medios de comunicación y el entretenimiento. Es, entonces, problema multifacético que tiene que ser abordado por sociólogos, psicólogos, urbanistas, educadores, eclesiásticos, padres de familia, dirigentes vecinales, comunicadores.
Esto requiere un estudio y un proyecto que se ejecuten sin prisa, y sin estrechez presupuestaria.
¿Estará el Esta

Hace pocos años, un joven taxista que me conducía hacia la Ciudad Universitaria de San Marcos me dijo: “Yo no he podido seguir estudios. Cursé la secundaria en el ‘Alfonso Ugarte’ y lo único que aprendí es a joder”.
Era una radiografía verbal de la educación peruana. Y no sólo la proveniente de las aulas, sino también de las descargas cotidianas de violencia, pornografía y estupidez de la televisión; de la corrupción y el vicio en el único deporte realmente existente para el Estado, el fútbol.
Hace poco se publicó un informe sobre una noble experiencia del Concejo de El Agustino con un grupo de pandilleros redimidos por el trabajo o por la religión. Uno de éstos extrajo de su corazón una verdad: “Hay mucha necesidad de amor y estos jóvenes buscan el calor en las calles. No saben para qué han nacido, no saben quiénes son, no saben a dónde van”.
En un mundo en el que muchos adultos sienten la necesidad de odiar, estos muchachos tienen una oculta ansiedad de amar.
Escrito por César Lévano/La Primera
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