14 dic 2008

CIRCO, PERO SIN PAN

El presidente Alan García no puede con su genio. Desatiende sus deberes de gobernante frente a la salud pública, pero lo compensa con una función artística.

El Hogar Clínica San Juan de Dios estaba a punto de desaparecer porque carecía del aporte necesario del Estado; pero García lo oculta mediante un escamoteo: va a ser animador de la Teletón destinada a pedir donaciones para ese centro de salud.

La Teletón es una noble idea que apela a la generosidad de artistas y donantes. Siempre ha sido exitosa y ha conseguido que San Juan de Dios pueda continuar su obra.

Este año, la situación era crítica. Eso no preocupaba a García. Pero se percató de que la Teletón podía saciar su narcisismo.

Por lo pronto, ha acaparado cámaras de televisión y prensa.

Después de provocar el incendio de Roma, el emperador Nerón, ardiendo entre las llamas, exclamó: ¡qué gran artista pierde el mundo! Con la incursión de García en la política, el Perú ha perdido un gran cantor, un bailarín contorsionista y, ahora lo sabemos, un promotor de variedades.

No es mala la Teletón; es pésimo que el presidente descuide durante dos años y medio a San Juan de Dios y a los niños allí atendidos, y consagre horas y horas a una performance que nada tiene que ver con sus deberes de gobernante.

Lo peor es que esta incursión ocurre en momentos en que la crisis global sacude ya la estructura financiera, productiva y comercial del país.

García, como se sabe, está detrás de la venta de los terrenos de Collique que sirven a la aviación civil, y propugna también el negociado con terrenos del Cuartel General del Ejército.

Al ver que el Palacio de Gobierno se transforma de modo creciente en tabladillo para espectáculos que fungen de artísticos, rescato la idea que alguien ha lanzado: ¿por qué no vender la sede del Gobierno?

Allí se podría instalar un hotel de lujo, que, aparte de los bellos aposentos y la buena comida, ofrecería excelentes desfiles artísticos.

Sería esa, además, una medida favorable a la seguridad ciudadana, a la libertad de tránsito y a la fluidez del transporte en el centro de la ciudad.

Actualmente, Alan García cierra casi todos los días el acceso a la Plaza de Armas, y a veces enreja ésta, en complicidad con el Concejo Municipal Metropolitano de Lima. Esos caprichos cuestan millones de horas y de soles a los ciudadanos que tienen que acudir a su trabajo, su centro de estudios o su domicilio.

Por el momento, esto no es posible. Debemos resignarnos a suponer que, a falta de pan, bueno es el circo.

No estoy contra de la frivolidad en general. Hay frivolidades que encantan, adornan y alegran la vida. Pero el espectáculo de un presidente frívolo debe ser señalado como lo que es: un juego superficial en un país que enfrenta problemas serios que requieren gobierno en serio.
Escrito por César Lévano/LA PRIMERA

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