16 dic 2008

EL DIRECTOR NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

El periodismo no es una profesión sino un oficio liberal, una modestia socialmente bien vista, el más democrático atajo hacia los espejismos del poder.

Claro que grandes escritores han sido periodistas y que grandes periodistas han escrito libros, pero eso no quita que el periodismo sea una puerta abierta y sin portero para menganos y perencejos que, una vez instalados, tendrán derecho a todas las prerrogativas de la prensa.

La prensa juzga a los demás como si fuera una señora de su casa y controla a los poderes públicos tratando de hacer olvidar a los demás de que ella es en sí un poder muchas veces sin control.

En países devastados por la descomposición institucional, el enérgico progreso de la ignorancia y el subdesarrollo político (como el Perú), la prensa puede cumplir un gran papel –recordemos lo que significó “La Prensa” de Chamorro durante la dictadura de Somoza-, pero también puede ser el disfraz grafómano o locuaz que usa el dinero para hacerse respetable y disimular sus propósitos.

Una reciente prueba de que la prensa es un club sin tribunal de admisión y un alegre potrero carente de arbitraje y hasta una pollada multitudinaria es el ingreso como director de “Perú 21” del señor Fritz Du Bois.

El señor Du Bois no es que escriba. Tampoco es que piense. Porque el señor Du Bois no está allí para escribir lo que piensa sino para impedir que otros piensen y escriban (y titulen y editen y prioricen) de modo distinto al decálogo que él decidió acatar con tanta resignación como disciplina.

Esas normas, que no vienen del arameo jesuítico sino del slang de Chicago, podrían abreviarse en una sola frase pontificia:

-Dios tiene cara de dólar y a él nos debemos.

Y lo demás es burundanga y paporretas que recita el cura Romaña.

Lo que pasa es que el cura Romaña es hijo de 2000 años de imperio del terror y es, además, un prosista ejemplar y un hombre culto.

No sucede eso con don Fritz, cuya cultura debe de estar en algún PDF comprimido de tan secreta que es y cuya prosa gatea y echa la babita en las inmediaciones de un jardín de la infancia.

En efecto, no contento con sus cadencias sedantes, su viudez intelectual y ese sonido reverberante que viene de la vacuidad (y va hacia ella) el señor Du Bois escribe ayer, por referirnos sólo a una de sus columnas, esta frase:

“En los últimos días el nivel del “alturado” intercambio entre el actual presidente y su antecesor nos han dejado con la sensación...”

Eso de alturado intercambio sólo puede escribirlo un guerrillero anarquista combatiendo las normas del castellano. Porque intercambio es, según el diccionario, “reciprocidad e igualdad de consideraciones y servicios entre entidades o corporaciones análogas”, o, en primera acepción, “acción y efecto de intercambiar”. E intercambiar, señor Du Bois, es “cambiar dos o más personas o entidades entre sí ideas, informes, publicaciones”.

De modo que usted debió precisar qué tipo de intercambio y de qué naturaleza fue el vulgar lío entre García y Toledo.

Ahora bien, es casi natural que usted ponga intercambio donde debió poner disputa. Lo que ya es imperdonable es que usted no sepa nada sobre ese asunto de la concordancia de género y número.

No se puede decir, señor Du Bois, que “el nivel alturado...nos han dejado” porque el singular requiere del singular y patatín patatán y mimamemima.

Que ese no es un error de tecla ni de corrector lo demuestra usted en esa misma columna cuando, algunas líneas más abajo, construye el siguiente prodigio cervantino:

“...ya que alentar con tanta antelación acalorados debates con tinte electoral terminarían saturando al ciudadano...”

¿Alentar concuerda con terminarían? ¿“...Ya que alentar terminarían”?

Que algún escriba le bañe los párrafos y le fumigue la sintaxis, señor Du Bois. Le han dado el encargo de dirigir un periódico, no de subvertir el idioma en el que intenta expresarse. Hasta para ser comisario ideológico hay que aprender a escribir.
Escrito por César Hildebrandt/LA PRIMERA

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