16 dic 2008

LA RECOMPOSICIÓN DEL PODER GLOBAL

Empezando el Siglo XIX, el filósofo alemán G. W. F. Hegel anunciaba que con la emergente hegemonía global de Occidente finalizaba la historia. En el último tramo del siglo pasado, Francis Fukuyama, un lector suyo, asesor del Departamento de Estado norteamericano, ratificó que la historia concluía con el triunfo neoliberal, tesis que el colapso de la Unión Soviética pareció confirmar. Para ambos el final de la historia equivalía a la universalización definitiva de un patrón de vida -el suyo-, de cierta racionalidad, de una idea, como diría Hegel. Entretanto, en el umbral del Siglo XX, Friedrich Nietzsche había anunciado la “muerte de Dios”, es decir el fin de un fenómeno transitorio caracterizado por la pretensión de imposición de una perspectiva particular, haciéndola pasar por universal y absoluta. Aquel suceso, decía, tardará en ser comprendido, pero está en curso y traerá consigo el estallido de todo centro, la fragmentación de los sentidos de vida… y el nihilismo. Con ello, pensaba también, empezaría otra historia, de insospechadas consecuencias.

En tan sólo dos décadas desde la caída del Muro de Berlín, múltiples síntomas dan creciente audiencia a las admoniciones nietzscheanas. Las ideologías con pretensión universal han experimentado acelerado descrédito, al que se suma el credo neoliberal tras el colapso financiero que ha originado en el eje del poder global, el mismo que ahora tiende a fraccionarse. Nadie habría creído hace unos pocos años que China financiaría a Wall Street, símbolo de la dominación financiera de los EEUU. Hace sólo una década más de la mitad de los cibernautas eran norteamericanos; hoy no representan sino el 25%, habiendo sido sobrepasados por los chinos. La emergencia de China, India, Rusia y Brasil, como potencias regionales con una agenda internacional propia y un rol creciente en la escena global; la incidencia en aquel escenario de múltiples actores que van desde milicias islámicas, hasta cárteles de la droga, pasando por CNN o Al-Jazeera, configuran un juego del poder más disperso y complejo. Cabe notar que este escenario de recomposición del poder en el que se juega nuestro destino como colectividad, abre un mayor espacio para proyectos autónomos. ¿Lo unciremos precisamente ahora a un libre mercado inexistente, excepto como coartada para el juego de poder de transnacionales y sus peones corruptos?
Escrito por Zenón Depaz Toledo/LA PRIMERA

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